La antigua Wabba árabe, antes Opta romana, se asienta en las inmediaciones de la confluencia de dos valles fluviales formados por los pequeños ríos, Mayor y Borbotón, derramando su caserío por las laderas este y sur de la imponente atalaya que es el cerro del Castillo. Delimitando estos valles, en quebrado relieve, se disponen pequeños cerros, -las alcarrias- que dan a su paisaje las características tonalidades grises, rojizas y amarillentas de los yesos, arcillas, margas y areniscas de su geología predominante.

Los primeros vestigios que indican la presencia del hombre en su territorio datan del final del Paleolítico Inferior- hace unos 100.00 años-, aunque, será a lo largo del Paleolítico Medio (Musteriense), cuando esta ocupación se haga más patente y generalizada en forma de pequeños grupos que nomadeaban por los valles de estos ríos, encontrando en sus márgenes no sólo caza, pesca y abrigo, sino también, y este es quizá uno de los principales motivos de su residencia, el abundante material de silex- pedernal-, con el que fabricaban sus distintos útiles y herramientas.

Hace unos cuatro mil años, se producía el primer asentamiento estable en la cima del cerro del Castillo por grupos de la Edad de Bronce, lugar, sin duda elegido tanto por cuestiones defensivas como de control del territorio. Factores que continuarán siendo válidos a lo largo de la Primera Edad del Hierro, de la que también se han encontrado abundantes vestigios en este mismo lugar.

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En siglo VI a. De C. Se documenta un nuevo centro de población en el cerro de Alvar-Fañez, núcleo posteriormente romanizado del que dependería la explotación minera del speculum lapilaris (yeso especular), minas, de las que hay buenos ejemplos en la zona. Repartidas, en los valles de ambos ríos, se encuentran restos de varias villas tardo-romanas que tendrían como principal eje económico el cultivo de cereales de los campos de su alrededor.

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Hasta la llegada, conquista y asentamiento de los musulmanes bereberes, apenas si se constata una leve presencia en época visigoda. Aquellos, construiría sobre el cerro del Castillo una gran alcazaba que formará parte del sistema defensivo del territorio pasando a formar parte administrativa de la Kura de Santaveria o Santaver. Esta presencia, perdurará de forma continuada hasta el año 1150 d. C. En parte de esta tierra poniendo cerco a la ciudad. De estos críticos momentos data el patronazgo de Santa Justa y Rufina, narrando la tradición que aquel día-19 de julio-, cayó tal tormenta que llenó los secos aljibes de la fortaleza y permitió a los defensores esperar la llegada de Alfonso VII, desbaratando los planes del ejercito sitiador. En el 1290 se realizaría en Huete el padrón de las aljamas de los judíos castellanos.

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Alfonso XI le otorgaría su Fuero y, al parecer, también el escudo de la ciudad: un león rampante sobre una media luna creciente en campo rojo. Huete, pasará a ser el centro de un amplio territorio, la Tierra de Huete, extendido por las actuales provincias de Cuenca y Guadalajara. Ya en el siglo XV, el rey castellano Juan II le concede el título de Ciudad gracias a la intercesión de Pedro Carrillo de Huete, "El halconero", su cronista. Los Reyes Católicos, el 28 de febrero de 1477, la distinguirían con los de Noble y Leal, tratamiento con el que se denominará a partir de entonces.

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Además de estas dos circunstancias históricas, reflejos de su destacado papel en la corona de Castilla, en este siglo, aportará varios personajes ilustres a la historia española, el primero Alonso Díaz de Montalvo, el mejor jurisconsulto castellano de su siglo, afincado en Huete donde recopilaría las Ordenanzas Reales de Castilla, y cuya impresión en la ciudad en 1483 supondría el establecimiento en ella de una de las primeras imprentas españolas en esta época incunable. El segundo de los personajes destacados de este momento es Pedro Carrillo de Huete halconero mayor del rey Juan II y cronista de su reinado; y el tercero, Fray Ambrosio Montesino, confesor de la reina Isabel la Católica, y a quien se debe, entre otras de tipo religioso, un bello cancionero.

El rey Fernando VII permanecería varios días en la ciudad en el verano de 1816.

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En torno a la ciudad de Huete, se encuentran una serie de pequeñas localidades pedaleas a su municipio, cuyo origen como tal hay que buscarlo en la repoblación altomedieval de alfoz optense; son: Bonilla, Caracenilla, Castillejo del Romeral, Langa, Moncalvillo, Saceda del Río, Valdemoro del Rey y Verdelpino. En algunos del Bronce y del Hierro, como en Bonilla y Caracenilla, localidad esta última, de etimología árabe con el significado de pequeño lugar poblado de cerezos, que sería vendida con todos sus vecinos el 8 de enero de 1632 a D. Alonso de Sandoval. En otras, como en el despoblado de Carrascosilla y Saceda del Río, se abren algunas conservan tumbas excavadas en la roca de los primeros pobladores medievales del lugar. Algunas de estas poblaciones serían propiedad de la Corona, como Castillejo del Romeral, Valdelmoro del Rey y Carrascosilla pasando después a tener privilegio de villazgo independiente.

Puedes consultar la bibliografía de Huete, anotada por Don Manuel de Parada y Luca de Tena, marqués de Peraleja.

Puedes consultar el artículo "Huete y la Constitución de Cádiz" en este enlace.

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